ALGO SOBRE MI

Nací en la isla canaria de Tenerife. Según parece, ya nací con cierto instinto para la observación de la Naturaleza. Esto lo deduzco a través de los comentarios de mis padres que comentan que de bien pequeñito me quedaba absorto observando las arañitas que se aferraban taciturnas a las paredes. Mi primera afición fue guardar fotos de animales recortadas de revistas en una caja de zapatos.

Con diez años dormí por primera vez al aire libre en la montaña y desde entonces, hasta ahora, no he parado de hacerlo.

La Naturaleza ha sido la gran Maestra de mi vida. Observando los ciclos de la vida, tanto de las plantas, los animales como de los ritmos de los ecosistemas, empecé a entenderme a mí en una relación que era totalmente directa.

Un sabio profesor y geólogo, Telesforo Bravo, que conocí a sus ochenta años, me hizo entender los procesos geológicos y, cómo de este entendimiento, relativicé el tiempo. Con él también asumí que a pesar del obvio estatismo de las montañas, las apariencias engañan y que todo fluye. La experiencia de la impermanencia budista me llegó a través de las rocas, andando por los majestuosos barrancos de mis islas mientras aprendía a leer en los volcanes todos los acontecimientos pasados como si de un libro de historia se tratara.

La Naturaleza también fue mi gran fuente de sociabilización. Junto con mis amigos compartí largos y hermosos senderos de descubrimiento, sudamos, dormimos bajo las estrellas, nos perdidos, nos encontramos, creamos conflictos, los resolvimos, etc.

Suelo contar que hubo un momento en mi vida que marcó irremediablemente el camino trazado hasta ahora. Con 20 años me encontraba sentado en una roca basáltica a 2000 metros de altura. Frente a mí el majestuoso Teide, el mar de nubes, la isla de La Palma en el horizonte  y el ocaso. Colores, texturas, silencios y muchas sensaciones.

Y de repente, en ese estado de contemplación y quietud, una emoción profunda me desbordó… y rompí desconsoladamente a llorar. Con esta experiencia instantáneamente emergió una intensa necesidad. En aquel tiempo, hace ya 17 años, la traduje a palabras de la siguiente manera: quiero ser el paisaje… y que el paisaje sea yo. Años más tarde, con un poquito más de entendimiento, lo reinterpreté como la toma de conciencia de una polaridad básica: yo vs la Existencia.

O lo que es lo mismo: me di cuenta de que estaba separado del Universo y que había algo erróneo en ello.

La fotografía que se encuentra en la cabecera de todas estas páginas está tomada en el lugar donde ocurrió este acontecimiento que ha marcado el rumbo de mi vida. Y, desde entonces, ando por la vida transitando el sutil y difícil sendero que me lleve a desintegrar las barreras mentales que sostienen esta polaridad.